lunes, 24 de febrero de 2014

Suena el teléfono, nadie coge.



En las películas sólo llueve si el momento es oportuno; sin embargo hoy, 14 de enero de 1980, en pleno invierno y el día de la muerte de su padre: hace sol. Un sol radiante, de los que queman. Elena no entiende nada, tampoco importa, se mira al espejo y se coloca un moño bajo sujeto con horquillas que hacen ondas alrededor de la cabeza, unos zafiros incrustados en oro por pendientes y un collar de perlas. Se mira seria y se ve bien, sobria. Hace falta algo más que la muerte de alguien para que Elena , hija de Alfredo Queipo y Mariana Echanove pierda la compostura. Elena ni sonríe, ni llora.

Baja las escaleras, mira al frente y abre el cortejo fúnebre agarrando del brazo a su madre pálida y débil, esto se da más bien por la enfermedad, hace tiempo que Mariana vive a través de ensoñaciones a cargo del alzéimer, que por la muerte del marido. Y ahí está, fijando la vista en el horizonte, caminando, como quien da un paseo, pensando en lo mal que está el servicio, en que tiene que buscar una nueva cocinera, y en el mal momento que eligió su padre para morirse, ¡justo en día de zarzuela!

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