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En mi nota de suicidio escribiría:
"No lloren por la muerte
de quien no ha querido vivir"
y en mi interior de muerta
me jodería que me hicieran caso,
que tocasen el féretro entre risas
y guardasen las lágrimas para la La vida es bella.
Así soy yo: ego-ísta, ego-céntrica, ego-ego-ego.
Aunque quizá, despojada de la carne
se vayan los vicios
y quiera que ignoren mi muerte
dando así homenaje a la vida.
Seguramente moriré hoy,
tras hacer volar un coche que conduzco
de camino a una casa a la que llamo mi casa, pero que no es mía.
Mis vísceras estarán esparcidas por el asfalto
y un caballo alado vendrá a por mi alma para subirla alto
(¡muy alto!);
una vez en la cumbre, casi tocando el infinito,
d e s a p a r e c e r á
y los siete gramos que sostiene
y que quisieron ser mi alma
c
a
e
r
á
n
hasta estrellarse contra la carne, la piel y la sangre
de lo que ya no soy.
Y así, quedaré reducida a un charco denso,
a medio epitafio,
y a una pena en mi madre que conseguirá aliviar cuando recuerde el parto.
Meses después
sólo seré memoria del algún hombre con alzheimer,
y entonces sí,
todo habrá terminado.
-Todo está negro.
-Abre los ojos.
-No puedo.
-A lo mejor tú tampoco tienes ojos.
-A lo mejor.