El capitán se quitó la chaqueta,
tenía la camisa mal abrochada,
y se sentó en el suelo.
Todos habían perdido.
Acababan de entederlo.
Algunos lo imitaron.
El suelo quedó casi cubierto de
cuerpos con vida y sin alma.
Otros
se echaron a llorar en silencio.
Alguno
intentó remontar,
pero no supieron cómo hacer.
Estaban todos muertos por dentro.
Y para la muerte no se sabe solución.
El capitán los miró uno por uno,
su mirada apagada por dentro
empezó a brillar de rabia y...
llanto, por consuelo sólo les quedaba
el llanto.
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