La ventana gira el mundo.
Me asomo.
Imagino:
¿qué harán
al otro lado de los cristales?
Algunos niños
lloran sobre mi cabeza.
La enfermedad del capricho
arranca tantas lágrimas como la muerte
in-evitable.
No consigo entender
por qué lloraba aquella tarde,
creo que fue algo de confusión y
que no me gusta
que no puedas mirarme.
Estamos tan lejos el uno del otro y
tan cerca de la felicidad
que no entiendo
en qué me baso
para echarte (tanto) de menos.
Y luego está el mundo,
que nunca entiende nada
pero vive feliz sin saberlo,
y están las manos
que acarician y abofetean.
Estamos aquí, allí y
entre las lineas,
entre el espacio y el tiempo,
en ningún lugar y en ninguna época.
En cualquier parte, pero en ninguna . . .
La ventana gira el mundo.
Me asomo.
Imagino:
¿qué harán
al otro lado de los cristales?
Algunos ancianos
gritan sobre mi cabeza.
La enfermedad de la envidia
arranca tantos gritos como la muerte
in-evitable.
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