El abrigo llevaba tanto tiempo en el armario,
que empezaba a dudar de la existencia del invierno:
Todo fue un sueño.
Así piensan los abrigos,
digo yo.
Entonces comprendió lo que era el amor.
Y cedió
la percha
con un crack húmedo: madera añeja.
El desgaste fue en el suelo.
El desastre en las mangas,
a la altura de los codos.
Hay
demasiados muertos
en los párpados de los supervivientes de una guerra.
Y yo lo siento,
pero en mi armario no hay sitio para tu ropa.
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