viernes, 27 de septiembre de 2013

Mi capacidad para pensar tiene la misma dimensión que mi vida; mi capacidad para pensar con éxito tiene otro cardinal. . .

A veces, era el modo en que se ponía los guantes;
otras, como me miraba cuando decidía no hablar.
O cuando besaba mi frente como un hermano,
a pesar de la desnudez y del sudor que dejaba el sexo;
ese punto de fraternidad, de amor puro que
todavía hoy, después de tantos cuerpos, de tantas babas. . .
en definitiva,
de tanto,
sigue vivo entre nosotros.

Sin embargo, ya no nos altera el tacto, ni queremos lamernos,
ya no piensa al levantarse en mí; ni yo me despierto
pensando que mi almohada es su cuerpo, y
de realidad me muerdo el labio hasta la sangre.
Somos brisa que queda tras el huracán,
somos un mal momento, carne, carne podre, podredumbre.
Somos menos, más lejos, más leve. . .
pero,
en definitiva: somos (primera persona del plural), a pesar del tiempo.

A lo mejor, si yo pongo flores en el pelo y él corbata
todo vuelve a ser como fue, las luces, la luna, el miedo. . .
y puedo pensar en él, como si todo valiese la pena por un beso.
O a lo mejor fluye y desaparece y llega otro con corbata
y me pone flores en el pelo y todo es como con él...
pero sin él,
las estrellas, el bosque, el tacto de los dedos. . .

O a lo mejor todos desaparecemos, amapolas;
digo yo. Y puerta, llave, el océano existe entre dos seres cualesquiera.
No sirve, no tienen sentido las nubes en la noche,
el frío, para llorar como si el mundo no fuese a acabarse nunca.
Menos, más lejos, más leve. . .
a pesar del tiempo.


No hay comentarios: