lunes, 29 de octubre de 2012

No quiero nada, (¿significa eso que quiero algo?)

Pongamos como ejemplo a un ave,
el cielo estrellado y,
a lo lejos,
(¡lejísimos!),
un acantilado.

Imagínate que, como a mi,
al ave le gustan los versos impares y
los días pares,
(a no ser que sean múltiplo de tres)
y que cada vez que llueve llora porque es más fácil disimular.

Imagínate,
un imperativo que no manda.

Yo no quiero nada,
lo que quiero es todo,
y si no...:

"Vea usted. . . Mariposas blancas. . ."

Hay tantas maneras de hacer que algo sea cenizas,
que a veces
pienso que el fuego es ridículo.