lunes, 4 de febrero de 2013

Las paredes de este cuarto y la hierba de los pastos.

No tenemos ojos para ver tanto mundo.
No tenemos manos para tocar tanto.
No tenemos nada más que la memoria,
la memoria que está loca, que se confunde,
que recuerda cosas que no pasan,
que olvida mucho de lo que pasó. . .

No tenemos nada.
Entre las manos, entre los dedos.
Sólo me tengo a mi.
Sólo te tienes a ti.
Y entre los dos el miedo.

2 comentarios:

morpheus dijo...

El miedo es también ese animal pequeño y peludo que con sus garras afiladas escarba y escarba. Poco a poco va hundiéndose en el alma y una vez en sus profundidades comienza a horadar los túneles que luego inundarán la duda, la inacción, la parálisis.
Es imposible deshacerse de esta bestezuela, ya que bajo todo ese pelo, ésta ostenta también una mínima versión de nuestra rostro. El secreto está, quizás, en hacer salir al pequeño animalito de su escondite, tentándolo suavemente con promesas de seguridad y bienestar, de cariño y empatía. Si el animal escucha, si el animal accede, sentiremos una liviandad que nos irá levantando el espíritu lentamente y también el ruido leve de hojas secas arrastrándose por la tierra que será el de sus pequeños pasos saliendo de la cueva. Una vez afuera, sin perder ni un segundo, abalanzarse sobre él, capturarlo y, finalmente, domesticarlo antes de que termine de matar lo que nos queda de juego, de aventura, de riesgo, de alegría y de vida adentro de nosotros.

Darko Wiggin dijo...

¿Y que sería de todos nosotros sin miedo?