Nadie tiene la culpa de las sombras.
Por eso me hago un ovillo en la oscuridad
y cierro los ojos.
O el frío,
¿qué somos en el letargo de los meses del frío?
Quizás rocas,
piedras desgastadas,
arena...
No recuerdo nada;
pude haber nacido hoy de la tierra.
No:
nadie tiene la culpa de las sombras.
No puedo pedirte que lleves en los hombros
el peso de mi existencia
-hojas por todas partes-
para esconder el rostro
estiro la sonrisa.
1 comentario:
Todos bailamos con máscaras de invierno, en máxima quietud
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